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Mensaje por Charlotte Lun Ene 12, 2015 7:17 pm

Agradeciería si sus pies pudieran haber flotado para evitar los charcos. ¿Dónde estaban esos geniales zapatos y patinetas voladoras que prometían para este 2015 en volver al futuro? Pura farsa, que al final acababa rompiendo el corazón de la castaña y hasta el de su hermano de paso... aunque al menos, no rompían la cartera de ambos. Bueno, no es que no le gustara saltar sobre ellos como la mocosa super-crecida (o no tan crecida) que en realidad era, solo no deseaba llegar escurriendo todo el establecimiento a su entrada justo después de que la dulce Cordelia, su compañera de trabajo, terminara de trapear el piso. Y es que era la primera lluvia del año, de esas que llenan cuba, tinaja y granero pero no dejan de ser extrañas. Bah, ¿Qué es extraño con este calentamiento global? Lo mismo podía salir el sol de un momento a otro y asarlos a todos.

Llegó corriendo, pues, con el agua arreciando a cuestas suyas a la puerta del café, tomándose el tiempo bajo el resguardo del parasol de pared a limpiarse los pies sobre el tapete de bienvenida. Los 10 minutos de ventaja le daban más tranquilidad para comenzar su turno hasta la noche. Se cansaba, con obvias razones de llevar las clásicas prisas y más en tardes así, con mal clima. El fino arco de sus labios mostró la satisfacción que corona sus días desde que es libre, desde que vive por sí misma, y retirose el impermeable que le protegió, sacudiendolo bien para ingresar - ¡Buenas tardes! - Probablemente el mundo estaría de cabeza en el instante en que el brío inocente y el resplandor en la faz de la chica no acompañara su saludo al llegar, junto con el tintineo de la campanilla en el dintel. Le gustaba más aún desde que un niño le dijo que le recordaba a navidad. Fue directo al área de vestidor general y abrió su casillero.

- Vaya, ¿Te caíste de la cama hoy, Lottie? - Le bromeó su patrón al encontrarla, y un puchero fue su respuesta - Muy gracioso jefe. Hoy el señor Smith llegó más temprano a encargarse del pequeño Finn. ¿Vino Matt por su amplificador para llevarlo a reparar? - Preguntó, mientras se quitaba el saco y se colocaba en cambio, la bata negra con bastillas y detalles magenta, mas el logo del local bordado en el bolsillo izquierdo. Vaya que esa fue otra gran razón para solicitar el puesto de mesera en ese lugar, pues le encantaba. - Nope, se quedará otra semana sin compostura al parecer. Aunque no estaba tan mal todavía, les dio lucha este jueves pasado - Entonces la inglesa suspiró, ya resignándose a que si su baterista no había ido ya por la mañana, era menos seguro que lo hiciese en el trascurso de las horas restantes. - No, no creo que aguante o que esté listo para la función de esta semana entonces. Tendremos que tocar en acústico - Agregó, poniéndose los últimos pasadores frente al espejo para controlar los cabellos rebeldes, que eran reacios a contenerse en la pequeña cola de caballo que se hizo. Mas bien, cola de ratón. El dueño, hombre bonachón de mediana edad y de origen francés que gustaba más de las baladas clásicas que del rock que los jóvenes preferían tocar, mostró su gusto a la sola mención - Creo que a usted le sienta mejor entonces. - Avistó ella, mirándolo a través del espejo - Le dedicaremos todas las viejitas que nos sepamos; muchas gracias por decirme. ¿Falta alguien más por atender, jefe? - Primó, curiosa y dando los toques finales a su improvisado arreglo personal. - Si. Esa jovencita con capucha que acaba de llegar. Ve antes de que te la ganen - Señaló el dependiente entre risas, y Charlotte cerró el casillero al unísono - YUSSS - Entonces, se dirigió allá con libreta y pluma en mano. Solo le faltaban alas, aunque consiguió el cometido de ganarse el cliente antes que todas sus compañeras.

- ¡Muy buenas tardes! Bienvenido... quiero decir, bienvenida al café Ganímedes. ¿Qué desea ordenar? - De la agitación se equivocaba o incluso se trababa, pasaba a menudo pero, eso no mermaba el entusiasmo que ponía en su tarea ni su sonrisa, gentil y vivaz como la primavera.


Última edición por Charlotte el Mar Ene 13, 2015 2:01 am, editado 2 veces
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Could be anything, or could be a good start - [ P R I V ] Empty Re: Could be anything, or could be a good start - [ P R I V ]

Mensaje por Charlotte Lun Ene 12, 2015 7:22 pm

La espera había sido amena, el día aquel tan lluvioso y solitario era un reflejo perfecto del mundo idealizado por su imaginario. Sus prendas se mojaron lo suficiente como para que una persona común considere arrojarlas al mismo infierno, su calidad no obstante contiene a su propietario, lo resguarda incluso de la humedad; En cuestión de minutos, aquellos libres que tuvo en aquel local fueron suficientes como para su espera justificar, la razón por la cual mantuvo su capucha erguida hasta el momento del colapso había sido aquella; Además de que no deseaba mostrar su rostro en un lugar que le resultaba totalmente desconocido. 
Suspiró cuando el pequeño aire cálido que arraiga el emplazamiento atacó su rostro fruncido, resopló luego de encontrar una mesa remota a las voces proveniente de las siluetas sin rostro, sin expresión, sin verdadera formalidad o pasión; No obstante era demasiado directa a la vigía de cualquier empleado que buscara distender su rectitud con los de su especie. Y si, puede resultar demasiado excesivo aludir a los dependientes como seres deslucidos por la sociedad, por sus empleadores y obviamente por los indiferentes clientes a los cuales se les interrumpen conversaciones pueriles, reflejo de las bocas que engendran tan terrible uso del inteligente léxico dado por los serafines del conocimiento. Aquellos ojos carmesí que oculta bajo las penumbras de su capucha no reflejan sino un desagrado sincero hacia ellos, y a la vez una simpatía forzada a sus escurridizos sueños…Sería entonces hasta el momento una situación tortuosa, denigrante para su orgullosa postura, una innecesaria presencia, injustificada por las maquinaciones de un Dios que no resulta ser otra cosa que una fría máquina, o simplemente una incoherencia negligente que conforma el hado, alguien de tan finas facciones no posee el sadismo como para agraviar contra sí mismo. 

Se debe definir que aquel hombre es alguien que exige libertad. El encierro no puede traerle los mejores recuerdos, ni como humano, mucho menos como abominación andante. Desde que las estrellas brillan este se ha dedicado a vagar por una infinidad de cielos coloridos; Y es probable que ahora mismo las paredes conformen una suerte de jaula extremadamente amplia, que sean iluminarias y aparatos contemporáneos sus nuevos Soles y Lunas, que rece a astros como el diseño del tejado, o los pequeños insectos que dormitan entre grietas invisibles al arquitecto encargado, pero aún así se encuentra relativamente satisfecho. Las horas invitan a escapar, y algunas voces que llegan desde otra localidad mencionan constantemente que el presente lugar cumple con el arquetipo de confort que hoy en día demanda la sociedad; No, eso no es suficiente, se habla ante todo de sosiego inusual proveniente del local, y eso lo ha comprobado en el momento que la dulce campanilla ha anunciado su intrusión. Prolijamente este se tomó unos pequeños segundos antes de encaminarse hasta el lugar donde ahora mismo se encuentra sentado, desveló sus pupilas tras las sombras, muy suavemente con la única extremidad que le pertenece, contemplo extraños torrentes alegres que provenían no de su clientela, sino del cuerpo laboral. Comprende cómo trabaja aquel inusual sentido que aún dormido poseen los humanos, pero ante su mirada puede decir que aquel sitio en realidad le era de su más profundo agrado, a su manera admiraba que existieran seres que pudiesen contener una armonía tal que incluso ante una alegre e impulsiva identidad no se destruyeran, asfixiando el fluir invisible que se repta por la superficie impoluta, destacando en el escrúpulo con el cual es mantenido… ¿Simples palabras? No exageraría en decir que aquel pulcro lugar es más confortante que el hogar de más de un lejano conocido, ni hablar de los hoteles o cuarteles donde debió de pasar noches en vela, constantemente vigilando a que los cielos no se iluminaran por los ideales de quienes se encuentran del otro lado. 
Por supuesto, se dice que el café es bien preparado, que los bocadillos no son insalubres como en otros parajes y que la atención merece ser aplaudida… ¿Será que realmente aquellos siervos esperarían a que una mesa se encuentre en silencio para atenderla? ¿Estará vigilante el dueño del local? Cualquier golpe al bolsillo era injustificado, por sus humildes servicios quizás esté un poco alejado de una realidad económica, pero aún así resulta aquel algo detallista, un lujo que uno debe de darse al estar completamente solo.

¿Qué pueden servir? ¿Pedirá lo mismo de siempre? Hay cosas que jamás deben de faltar en este tipo de sitios, pondría el juicio las palabras de las personas, que a pesar de parlar por simple impulso no se habían equivocado con la descripción vaga del hábitat. Con un punto a favor entonces había tomado asiento, lo siguiente que ocurrió lo ha de tomar como algo muy bueno, no lo habían hecho esperar siquiera diez minutos. ¿Tanto? Vale mencionar que los tiempos de aquella méndiga criatura cantora son muy distintos a los que este mundo puede llegar a interpretar, es extremadamente paciente, a tal punto de que acepta anticipadamente ser tolerante con los retrasos, no dirá que le han fallado, aunque más de una persona puede tomarlo como impuntual o extremadamente relajado con su actual ritmo de vida, el no encontrarse en servicio le ha afectado sin dudas en demasía. 
Ahora bien, sus labios marchitaron la calma, sus encías se tensaron y sus pupilas por unos efímeros instantes se rasgaron, su respingada soltó un torrente airoso enmudecido, pero que sin remedio resintió sus pulmones. Con la zurda antes de responder, siquiera antes de contemplar la fuente de la tan alegre voz, decidió descubrir sus doradas hebras, dirigir un molesto gesto dibujado sobre sus largos labios y una mirada de apariencia demoníaca, cortante, fría pero que a su vez encarnan una profundidad que no posee una explicación lógica en este mundo, una anomalía que empala al alma asustadiza y que a la vez se devora a aquella que es brava y escandalosa; Había rastro de óbito en aquella iris, un desgano avanzado arraigado en la córnea. La ceja diestra se arqueó, su compañera desató un ingrato gesto inclinado hacia su hocico, la altura de su mirar se redujo, dibujando un perfecto rostro disconforme con respecto a las palabras anteriormente empleadas. La razón era más que obvia, más no corrigió como lo podría dictar su expresión…Fue un poco más flexible de lo habitual; Sus justas razones poseía, más antes es necesario recalcar el musitar disfrazado de ordenanza. 

“Expreso, el más grande que tengan. Muffin de banana, en par y dos porciones del cheesecake que tengan, no importa el tipo… Azúcar, agua y una buena cantidad de servilletas, soy de aquellos que no gustan ensuciar.” — 


Dejaría allí clavada la vista en aquella mirada perteneciente a la delgada, colorida y entusiasta presencia que se había dignado en atenderlo. Si, debe ser por esta singular criatura humana la razón por la cual este sitio se muestra demasiado vivo, a su alrededor no puede presenciar sino unos molestos colores que parecen enceguecer su concentración, sin dudas aquella estaba disfrutando de su profesión, nadie entra con aire tan frescos a recibir a un cliente con fachas tan problemáticas, nadie muestra una sonrisa tan torpe frente a un desconocido, ni siquiera los más perfectos criados del presente pueden lograr tal cometido. ¿Será que en su normalidad había esta llamado la atención de aquel que solo puede recitar terribles canciones a la vida? Un inusual balance entre el desagrado y la atracción habita en los pensamientos de la monstruosidad; Y no deben de malinterpretarse sus intenciones, no la estaba observando ya con cuencas humanas, apenas y había distinguido la carne que conforma su carcasa, divaga sobre la mente ajena, delinea con sus pupilas muertas los ficticios circuitos que tejen de manera exquisita su alma, dándole color y finalmente personalidad a lo que se puede denominar identidad. Husmea sin permiso en el tipo de persona que puede ser, y muchas gracias a eso no se ha transformado en un despreciable ser que es incapaz de tratar a la servidumbre que tan gentilmente acude a su silenciosa demanda. Entró entonces en juego un pequeño suspiro, su mirada tan abruptamente apartó, dejó que esta se perdiera en una coordenada aleatoria del universo, contemplando con rigidez quién sabe qué figura asombrosa, deslumbrante o hasta macabra.

“Por favor y gracias.” — 


Agregó aquel de afeminada voz, cerró delicadamente sus párpados, dejó que el aire vuelva a proyectarse alrededor de su sangre, que ayude a la misma a latir suave y sosegado su demacrado corazón…Es cierto ¿Cómo puede siquiera enojarse con alguien cuando sus atributos físicos contradicen su verdadero género? Su altura va contra el promedio y hacia abajo, sus rasgos faciales se mantienen aniñados, es lampiño, sus gestos remilgados, incluso su voz está más inclinado al universo femenil que al de un macho cabrío que ruge imponente contra cualquier ajeno que se atreva a estropear con sus pezuñas el territorio que vilmente gobierna…Ni siquiera hablar de sus prendas, está utilizando nuevamente un pantalón ajustado, incluso el abrigo que lleva a pesar de su modernidad es demasiado llamativo como para acudir al simplismo con el cual visten los hombres de su edad; Allí también hay otro concepto, es por mucho un adulto formado, y aún así jamás ha escapado de su adolescencia amargada…¿Alguien a acaso podría imaginarse a aquel tipejo sosteniendo un arma, disparando contra un civil o un saldo del bando en infortunio? La suciedad de las arenas que cubren el “Axis del mal” no parecen apropiados, mucho menos un uniforme extremadamente pesado…Mucho menos un cuerpo tonificado, demasiado ejercitado, en la culmine de la salubridad. 

Esperó entonces que ella comprendiera que no tenía culpa, la confusión podía darse con frecuencia. Esperaba de ella una nerviosa respuesta, la ignoraría por supuesto, no husmearía más en aquel malentendido…No solo porque no desea incomodar las energías que rodean a aquella delicada mujer, sino que admitía sentir una extraña hambruna ante los pasados minutos que permaneció en el local. Su olfato, sin dudas, estaba por algún motivo tentando a consumir absolutamente todo tipo de platillos, no era un verdadero fanático, pero en los días ásperos como estos uno no puede no sentirse cómodo bajo el calor de un hogareño lugar, un digno servicio y un capricho lo suficientemente humano como para ser considerado estúpido y banal. ¿Estará pecando por culpa de esta sociedad…? Queda a criterio de quién se atreva a leer entre líneas las extrañas reacciones que posee el albino animal, quién mezcla graciosamente sus instintos con una hipócrita pertenecía humana, ya tenía en aquel lugar una vida concretada, quizás tan triste como la que ha plasmado en el plano astral, pero no hay quejas conforme aquello, a fin de cuentas su alma se encuentra desteñida por la infame canción inspirada en los recuerdos de su nacimiento.
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Mensaje por Charlotte Mar Ene 13, 2015 1:54 am

¿Has sentido alguna vez ese incómodo "cosquilleo" en la espina dorsal? Queda entre comillas pues, de gracioso no podría haber tenido ni siquiera el nombre en el más lerdo de los sarcasmos. De no ser por que sus orbes le juraban que las ventanas se hallaban cerradas, podría haber encontrado una explicación más alentadora ante el frío que le recorrió la nuca; breve pero imposible de pasar por alto. No importaba la aparentemente ventajosa que resultase su posición, de pie, teniendo que agachar su  cabeza para poder contemplar el rostro de su comensal al descubrirlo este, al fin de esa triste capucha; ese mirar le arrancó las palabras. No las había, por supuesto, ya que la ausencia de fondo en el mar carmesí de la irascibilidad en la que la muchacha se reflejó bien podría tragar su concordancia de un bocado, desgarrar el tapiz mental de su quietud. Si, la figura ajena estaba dotada de gracilidad, la estatura no era su fuerte e incluso las hebras rubias que le esbozaban lucían mucho mejor cuidadas que su propio cabello pero, bastaba con encontrarse en esos ojos por entero más rubíes y profundos que los que ella poseía para mirar al agorero personaje que en realidad era, fijarse en la gravedad que enmarca su boca y el desagrado que pesa en su entrecejo, rematado con la fiereza de las cicatrices y huellas de presumibles lides que aunque tenues, encarnaban a la perfección la discordia y el estrago de, sabrán los cielos cuantas noches aciagas tendría que haber tolerado aquél, todo para que le quedara bien claro a la inglesa una única cosa: Que quien tenía delante no era ni de broma una mujer. Un tañido de sorpresa escapó de su garganta. - Oh por... l-lo siento mucho, joven - Musitó, tan terriblemente sincera como apenada por la falta, y tragó saliva con el mayor disimulo que pudo, sabiendo bien que tenía que pasarse por la garganta también su vergüenza y esa sensación de INCREÍBLE estupidez que le caía encima tal cual, un golpe en la cabeza cada que metía la pata. Ya hubiera deseado salir corriendo para que el frío y la santa lluvia del exterior le bajaran el ardor de la cara. ¿Enserio tenía que sonrojarse como una imbécil, para variar? Clavó la vista entonces en su libretita con el fin de anotar la orden, mas claro, sin sentirse libre de la opresión que la roja tormenta que se asoma en ese par de ventanas le da, una marea a la que ya no puede encarar.

Charlotte solía jugar a adivinar las historias de los clientes que tenían la gracia de compartir sus horas por un bocadillo o una bebida en ese lugar. Se imaginaba novelas enteras por cada individuo con las que podría pensar en volverse rica, si tan sólo dominara el arte de plasmar los sueños con las letras. Algunas no eran tan felices, porque no toda la gente se veía dichosa a sus ojos y sin embargo, ella les arreglaba un final feliz en sus horas de ocio mental mientras la mecánica de atender, de ir y venir, de llevar y recoger robaba sus miembros. Bien así, dicho esto, su ofensa con el varón (no hay qué culparla, la cara visceral del menor le hizo sentir pésimo por su confusión) le quitó hasta el lujo de siquiera mascarse la idea de intentar predecir las semblanzas de aquél chico. Ya por sí sólo irradiaba esa estela de pesadez, cual si nada en la subsistencia... mereciese algo. Jamás habrá de olvidar una fisonomía como la suya, menos aún el par de granates que tan cercanos a la apostasía los encuentra y se desvanecen al abrigo de los párpados ajenos, dándole un descanso a su alma. ¿O es que exageraba? Su empatía le jugaba malas pasadas a menudo. - E-enseguida le será traído. Con su permiso - Una última mirada y enseguida, una reverencia, con el fin de huir de ahí antes de ser calcinada por las llamas del Hades en el hombrecillo.

"Oh por Dios oh por Dios oh por Dios" - Sarah, por favor dime que hay muffins de banana - Suplicó la azabache a su gran amiga la encargada de cocina, rezando (si, rezando) a los cielos por los panqués en su fuero interno. Eso porque el Cheesecake era seguro. - Oh Char, ¿Qué sucede? Si, están a punto de salir del horno pero... JAJAJA OOOH, ¡NIÑA! - Un respingo para morderse el labio inferior, o todo el café oiría sus risas. Pasaba que nunca la había visto de esa manera y Char, en cambio, frunció el ceño. La ingenuidad de sus rasgos le impide lucir enfadada, sino más infantil en su bochorno por si no fuese suficiente ridiculez. - ¿Pero qué pasó? - La mujer casi se le carcajea de veras en la cara al verla en ese estado: maquillada aún del tinte del ocaso en sus pómulos y con tanta prisa por unos panquecillos de esa fruta tan evocadora. - ¡N-nada! Toma la orden pliz, llámame apenas la tengas lista - Le susurró, a la par que se quitaba el indeseado color con golpecitos de sus palmas antes de salir a tomar otro pedido.

- Chaaar, ¡nena! ya está lista la orden~ - Varias veces la joven le dijo a la simpática señora afroamericana que algún día le pondría un altar, debido por supuesto a la delicia de sus postres y la rapidez con que preparaba todo, nunca más de 15 minutos. Cuando llegó para recoger la bandeja y ver la manera en que dispuso todo, un gran vahído de emoción le sobrevendría. Los cheesecakes, uno de zarzamora y otro común adornado con fresas, moras y una coqueta espiral de jarabe de chocolate respectivamente, Los muffins iban de buen tamaño y encima, arreglados con un suave betún y una rodaja de la fruta de la que estaban hechos. Una gran y humeante taza roja de café desprendía ese aroma clásico que se mezclaba con el dulzor de las viandas a su lado. La jarra de agua, el vaso de vidrio, las servilletas, azúcar y leche ya le habían sido llevados al sujeto minutos antes por la fémina -No sabes cuanto te amo. ¡Gracias, preciosa! - Un beso en la tostada mejilla de la repostera para complementar su gratitud y ya, con un peso menos sobre los hombros la chica llevó hasta la mesa deseada el encargo, destinándolo en orden prolijo sobre la mesa impregnada de la nostálgica soledad que el ser tras ella destilaba. - Listo... ¿Desea algo más, joven? - Le pregunta ella con una amistosa afabilidad, habiendo ya recuperado su calma. Sunday morning en la radio tenía ese efecto en Char, y otro era que ya estaba entrenada para superar las vergüenzas y los tropiezos a la brevedad. ¿De qué serviría si no, una vida entera haciendo el ridículo como todo el mundo?
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